SILLAS VACÍAS
Se acercan
las Fiestas y empiezan los preparativos: los regalos, la decoración, el menú de
la cena, el lugar donde reunirse… Y aparece la pregunta inevitable: “¿Cuántos
somos el 24?”. Y en la respuesta, aparecen, implícitamente, las “sillas
vacías”, las personas que no están… La persona que está lejos, la que la vida
llevó por otro camino, la que eligió no estar, la que se enemistó, la que se
llevó la muerte… Y aparece la tristeza. Y las “sillas vacías” duelen. Y
necesito ese abrazo contenedor y prolongado que no va a llegar… Y extraño tu
sonrisa…Y los ojos se llenan de lágrimas… Y duele… Pero es la realidad. Y a la
realidad hay que aceptarla… Entonces suspiro hondo y giro la cabeza. Y veo las
“sillas ocupadas”. Son las personas que me aman. Y sonrío. Así es parte de la
vida: pérdidas y ganancias… Así voy a brindar el 24, con lágrimas contenidas
por las “sillas vacías”, y sonriendo desde el alma por las “sillas…ocupadas”…
Feliz. Sí, feliz a pesar de la tristeza. Porque ser feliz no es necesariamente
estar alegre. La alegría es una emoción pasajera que termina cuando el buen
momento finaliza. La felicidad es otra cosa. Es un estado del alma. Ser feliz
es estar en paz. En paz sabiendo que estoy recorriendo el camino correcto, el
que coincide con el sentido de mi vida, el de mis errores y triunfos, con mis
miedos y mi coraje… Mi camino, el que yo elegí. Un camino en el que hice todo
lo que pude, y más, por los que no están, a los que me brindé
incondicionalmente, a los que amé…