De pequeña me enseñaron a tener fe y confianza. Cuando hacía mal tiempo, siempre esperaba paciente que saliera el sol. Cuando con impaciencia deseaba ver el regalo que me habían prometido y no llegaba, y pasaban los meses, y no llegaba, no perdía la esperanza, me solía conformar, no perdía la ilusión ni la sonrías seguía jugando con los juguetes viejos, y era feliz. Así, aprendía a vivir con ilusión, siempre feliz.
Ahora sigo sin perder la fe. Aunque los acontecimientos pinten mal, el día, a día; aunque el arco iris tenga menos color, aunque el carrusel deje de dar vueltas, soy paciente y sé esperar. Y soy feliz.
María Borrego R
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